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Milagros Rivera

 

El trazo por el que puede pasar Dios

Me atrevo a echar al aire la palabra Dios -una palabra que ya casi solo se suele usar en las blasfemias (“blasfemar” viene del griego “hablar mal de”)-, porque traduciendo el libro de Luisa Muraro Il Dio delle donne –El Dios de las mujeres-(1) he aprendido que Dios no es mas que un pasaje o pasadizo a lo infinito, y que este pasaje o pasadizo es la criatura humana la que lo excava y lo abre cuando quiere que pase Dios por su vida y, pasando, dé un corte en el mecanismo de la repetición, esa repetición que, en la vida, a las mujeres tanto nos suele hacer desesperar.

En el texto que ha escrito para el cartel de esta instalación Assumpta Bassas, ella describe maravillosamente lo que la pintura y la enseñanza de Cori Mercadé tienen de pasaje a lo otro, de pasadizo entre lo otro y yo, y cómo Cori ha transformado el discurso típico de la originalidad en el arte pasándolo por su experiencia de artista y de maestra, y por la política de las mujeres. Cori no quiere jerarquizar su experiencia poniendo a la artista en lo alto y a la maestra más abajo, sino entrelazar las dos en su disparidad, sin fundirlas, sin unificarlas, dejándolas vivir libres en el dos, haciéndose ella artista en la relación docente. Algo que es poco usual.

Es en este saber transformar la jerarquía en relación de autoridad (o sea, de disparidad, no de desigualdad) donde el discurso masculino y académico de la originalidad en el arte es desplazado por la lengua materna de la obra de Cori, que consigue así decir lo que es, lo que está vivo, sin construcciones discursivas, como se les suele llamar, o sea, sin academicismos, sin los andamios y pedestales del poder, circulando en el hablar y en el hacer de la gente.

Es por el pasadizo que abre el trazo en lengua materna –que es distinta del discurso aunque se expresen con el mismo sistema de signos- por donde puede pasar Dios. Es este el trazo que puede romper el mecanismo de la repetición, dando paso a lo otro, a la alteridad, a lo que me sorprende, a lo inclasificable e imprevisto. Arte es lo que da un corte en el mecanismo de la repetición. Cori Mercadé dice que ha descubierto este trazo en la clase de pintura, mezclando su pintura de maestra con la de la alumna, pero no para dejar su huella propia y exclusiva de artista, ni tampoco para que la maestra y la alumna se equiparen pasando a ser colegas, sino reconociendo la posibilidad creativa –la posibilidad de infinito- de la alumna y ayudándola a dar el salto de ser que tanto cuesta y tanto miedo da cuando una mujer se ve obligada a crear (obligada por su talento, por su deseo, a los que no se renuncia impunemente).

El trazo en lengua materna por el que puede pasar Dios, que Cori Mercadé enseña, deja atrás el discurso académico de la originalidad en el arte porque este discurso interpreta la originalidad como un crear sin origen, como si fuera original quien hace en solitario lo que no ha hecho nunca nadie. Pero “original” viene de “origen”, lo cual quiere decir que es original quien tiene origen y lo reconoce. Esto pone la originalidad inmediatamente en el dos, en la relación, en la apertura a lo otro. El Dios de las mujeres no es monoteísta ni trinitario –no sé si recordáis el viejo debate bizantino del Filioque, del Dios uno y trino, por el que se mató gente- sino que es el o la de la relación, el o la del dos, el o la del pasaje hasta lo otro. El Dios de las mujeres no es la madre, pero algo tiene que ver con ella, ya que la madre es el primer origen y es con ella con quien se da la primera relación de autoridad, de crecimiento, con quien se da la primera gran disparidad, puesto que todas y todos nacemos de mujer. Y es madre la que se abre a albergar otro ser en ella, en su cuerpo de mujer, sea literal o alegóricamente.

La enseñanza de Cori sobre la originalidad y la autoría vale para el arte y vale para otras muchas creaciones humanas. Vale, por ejemplo, para la investigación. En el Centre de Recerca Duoda llevamos ya casi 25 años haciendo investigación en relación, intentando practicar la relación dual de disparidad. Empezamos dando asilo a la investigación que entonces llamábamos la investigación inútil, o sea, la no utilitaria, la no instrumental a la carrera académica, aunque pudiera servir para ella, pero sin estar colonizada por la carrera. Esta investigación la han hecho, por amor y deseo, mujeres que ya tienen trabajo. De ella ha salido mucha creación, en forma de libros, de tesis doctorales, de artículos... Y ha salido también mucha creatividad encarnada, o sea, mucha creatividad invertida en la propia existencia, en la propia felicidad, en perder el miedo a dar los saltos de ser que derivan del seguir naciendo, del revisitar una y otra vez a lo largo de la vida el propio origen, el propio vínculo con la madre concreta y personal, la experiencia de aprender a hablar que me humanizó y que cuando, de adulta, me abandono a esa experiencia creadora del mundo y la reevoco, me ayuda a sacar a la luz la creatividad que anida en mí. A esto, en la universidad se le suele llamar crecimiento personal, pero creo que  la expresión saltos de ser que usa la comunidad filosófica Diótima, un poco como los “momentos de ser” de Virginia Woolf, expresa mejor lo que suele ser la creatividad femenina encarnada, esa creatividad que tiene mucho de la visión.

Cori Mercadé ha fundado una escuela que se llama BLANCDEguix. La fundó porque ella la necesitaba y no existía. En su escuela, pienso que quiere enseñar la libertad de crear, no solo técnicas artísticas. Me atrevo a decir que la libertad que Cori enseña es la libertad femenina, porque la libertad es sexuada. La libertad femenina es libertad relacional, “libertad con”, como le ha llamado Diana Sartori(2), libertad que encuentra en la otra –en lo otro que es mujer- “vínculo, intercambio y medida”. Es, según su descubridora, Lia Cigarini, “una experiencia distinta, no reducible, ni tampoco contraria, a la libertad masculina(3). Por eso la instalación que inauguramos se llama “Relationpint”, relación/pintura. De ella podemos aprender a ir poniendo en palabras esa figura y ese descubrimiento del feminismo tan difícil de explicar que es la libertad femenina, la única libertad verdaderamente civilizadora, ya que trasciende el individualismo porque surge en mi apertura a lo otro, en ese trazo por el que puede pasar Dios.

notas:

1.        Luisa Muraro, Il Dio delle donne, trad. de María-Milagros Rivera Garretas, Madrid, horas y HORAS, 2006.

2.        Diana Sartori, Libertad “con”. La orientación de las relaciones, “Duoda” 26 (2004) 105-115.

3.        Lia Cigarini, Libertad relacional, “Duoda” 26 (2004) 85-91.

 

 

                                                                                         María-Milagros Rivera Garretas